Una orientación clara: el sur, donde convergen las vistas sobre el castillo, el pueblo blanco de Salobreña y la inmensidad del mar mediterráneo, un simple marco hace que se convierta en el cuadro que uno podría imaginar en todas las habitaciones de su casa. En las otras orientaciones, bancales de frutales subtropicales salpicados de pequeños cortijos.  

 

Una superficie construida de 150 m2 en planta única y la posibilidad de dividir la casa en dos viviendas independientes para usos futuros son los condicionantes. Las limitaciones urbanísticas y la geometría de la parcela nos conducen a colocar la vivienda casi en el límite entre los dos bancales, asomándonos al campo del bancal inferior sobre las copas de los árboles. 

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La casa se abre completamente en su fachada sur donde miran todas las estancias y se va quebrando adaptándose a la geometría de la parcela de manera que desde el exterior se percibe como una secuencia de pequeños volúmenes. Estos quiebros generan una secuencia de diferentes espacios exteriores en sombra en el perímetro de la vivienda que adquieren intimidad los unos de los otros. Una pérgola de hormigón y madera, en las estaciones cálidas cubierta por una glicinia, amplía los espacios interiores de la casa a la vez que protege del fuerte sol del verano. En la fachada trasera, unos grandes ventanales permiten la relación directa con el campo y la permeabilidad de la parcela a través de la casa.